Montaje



e desliza
por pardos arcoiris
crujientes y extendidos
los pies descalzos
se hielan y detienen
el ritmo de una sangre sin sosiego
los ocres del invierno
su vestido encarnado,
se deslizan. Irónica y callada
como llega la lluvia
en hilos platinados por el frío.
De acero riguroso
el devenir del tiempo
en sus mejillas,
las manos que acarician
temblorosas
la frente de los muertos.
Caballos de otras huestes
y otra aurora
soportan junto a ella cada exilio
hacia la mar
volando
la sueñan en la cumbre
violáceos hipogrifos,
y ajena cada voz,
cada mudable cabalgadura
se desprende.
¿Sigue el rastro animal de los deseos
condensado en sudores,
o la llovizna vaporosa de la orilla?,
¿u obedece
de una vez para siempre
la indudable paciencia de la arena?
Ahora los cerrados pasadizos,
el lacre desmedido del ocaso,
ponen sello a la letra.
El Libro es siempre mudo
y amanece guardado
en esa cripta
desde donde le llega, todavía
un brillo doloroso,
imperceptible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario