Caballo negro



“No creo en las invocaciones, pero las invocaciones creen en mí”


Antonio Gamoneda


amo de nervios
huesos
piel carbón encendido en un tramo del cielo
donde ardieron de a uno, los distantes cometas
profundo cántaro
de ébano
que guarda
el agua de las lluvias
cuando la noche escampa
sobre esta tierra seca
y eres
la traza que resulta
de contemplar distancias y aceptarlas
y te alargas y subes
y te alargas
cuando desciende el día y se sumerge
en las alforjas de sus flancos
de negro terciopelo acariciante,
la vieja luna nueva.
Entrecierro los ojos y te pienso
recuerdo tu recuerdo
como quien reconoce
a quien amó
de espaldas,
a lo lejos
después de todo el tiempo,
del dolor trancurrido,
caballo negro
figura de azabache engarzada en un cordón de plata
-la crin meticulosa contra el viento-
tropilla que deshace la seda de la noche
con su galope a ritmo, su música de cascos
pulidos como piedra
subrayando
el único horizonte que creímos posible,
redonda sombra
del tamaño del sol que hemos perdido,
impronta en el camino
-cerrado para siempre por espina y malezas-
que nos llevaba, juntos
de regreso a la casa.

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