Takhis


ajo las alas de Garudá
que pueden extenderse hasta cubrir el sol
una ciudad, Ulan Bator,
dormita en el silencio de oscuros monasterios,
el polvo del desierto
se asienta en la cabeza del gran buda
que sereno contempla
de pie y sonriendo
la historia y el futuro de este nudo del Asia
que no fue bendecido con el beso del mar
-para que allí la vida se ahogue y desahogue-
y bañaron, en cambio, sus mixturados dioses
con los fastos del fuego que alumbraba
la larga noche incierta de los nómades.
Un pueblo sin el mar, imita el flujo de olas
y se agrupa y disuelve
en la orilla imprecisa del tiempo de los hombres.
Estos caballos fuertes que galopan su suelo
sobreviviviendo al peso de los siglos,
sus desiertas estepas, su norte hecho de alturas
y el corazón helado del centro del invierno
lo han arado con uñas de una raza indomable
que es primera y es última
y guarda su secreto debajo de una máscara
de anchos dientes de furia.
Takhis
los caballos del reino que extendieron la gloria
de Genghis Khan, y ahora
son la especie salvaje -la última en el mundo-
que no tolera el yugo de la mano del hombre.
Takhis, espíritu mongol
con su cara alargada
y sus anchas narices de acaparar los vientos:
ironía de templos en las tierras de nadie.
Takhis,
que en la lengua mongol
es caballo
y espíritu.

2 comentarios:

  1. Un gusto en conocerla jinete inx.
    Existe una pradera sin suelo plagada de espiritus del cosmos, por la cual espero q cabalgues.

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  2. nonamed... jueguitos de Spectrum's, allá lejos. bellísima, la idea. se me estremecen los pelos de las gambas, pasa el soplo.

    ¿Y más atrás, te vas?

    Diría: las genealogías, las heráldicas, lastre pesado de acaparar, de acopiar, notable tu intuición.

    Googlearé ese sitio, el del comienzo de los versos.

    Besos.

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